lunes, 19 de enero de 2009

ESENCIA HERMOSA

Tus palabras son mis marcas, me laceran las venas, me contraen los músculos y me invitan a una maravillosa comprensión de la que sólo yo me siento capaz de lograr, sólo yo. Creo que soy estúpida, no puedo ser sólo yo la receptora de tales mensajes, la única en el mundo hábil para entenderte, no puedo, soy sólo humana, y no soy especial, soy sólo yo. Aún, tus palabras me sostienen, me dan vida, me invaden y me elevan. Tus deseos se transforman en voluntades a cumplir religiosamente, en órdenes que de ser desobedecidas causarían la fatalidad más dolorosa, debo cumplirlos, quiero satisfacerlos, aún cuando esto carece de relevancia para vos. Tus pensamientos, aquellos que no llegan a verbalizarse, esos son los que me envuelven y me someten. Algunos los deduzco, otros quedan en el vacío de la incógnita, en la nada, y son esos los que quiero conquistar. Quizá, quizá serían el secreto, el arma, la herramienta para llegar a tu vida, a tu mundo, por el que alguna vez pasé, sin cruzarme, sin atravesarte, sólo pasé, te sonreí, te pedí que no desaparecieras de mi vista, y me fui sintiéndome más tonta, más niña, más falible que antes. La noche que te conocí, brillaba dijiste. Brillante como una estrella, creí. Ahora sé que ves muchas de esas, que amas mirar distintas luminosidades y que aún buscas la luz más enceguecedora. Quizá, como a mí, te duele ver. Pero te encanta que duela, necesitás que duela, porque es de la única manera en la que sabés ver. Y sabés que ver, te hace diferente, te hace especial. En un mundo de ciegos. En ese mundo, cuando dos que ven, que pueden ver se encuentran, se miran y sonríen, comprenden. Y se hallan, se elevan y se quieren. Se protegen entre sí de esos tontos ciegos, que sin malicia hieren al intentar abrirse paso en su caminar, cual invalido que bastonea a su alrededor para no tropezarse, y en un accionar de su instinto de supervivencia, le clavan el bastón al que indiscretamente paseaba por al lado, y quizá, hasta pretendía ofrecerles una mano para ayudarlos a llegar a destino.
Entonces, quizá si sea yo quien pueda comprender tus palabras. Pero quizá ese no sea el punto y no lo haya sido nunca. Quizá eso no sea verdaderamente amor, sino amistad, hermandad, comprensión y sólo eso. Quizá, el destino, si existe tal cosa, esté determinado para que aquellos que ven y comprenden. Que el camino a seguir, el sentido de su existencia esté marcado, para que poco a poco conviertan a ciegos en videntes, y se truncaría su finalidad si sólo se dedicaran a mirar y admirar a otro igual. Algo así como una vocación de docente que intenta enseñar a otro docente a enseñar, un sinsentido, una pérdida de tiempo.
Ay, pero que grato es encontrarse con quien comprende, y regalarse una estrella brillante. Que grato es saberte parte de este mundo. Que grato es poder evocar tus palabras en momentos de incomprensión y fundar sobre ellas esperanza. Que grato es haber comprendido, después de tanto andar en vano, que busco una estrella brillante también, que los opuestos no se atraen porque la naturaleza es cínica, sino sabia, que oscuridad con oscuridad sólo crea más oscuridad y que luminosidad con luminosidad es intolerable para quien puede ver, enceguece. Que el equilibrio es el secreto de nuestra búsqueda y que la búsqueda quizá, sólo quizá, requiera casi toda una vida.
Que grato es saberte parte de este mundo, y amarte, sólo porque creo poder comprenderte, más allá de lo que brindes. Amarte porque en mi tengo oscuridad y luminosidad, amarte porque en vos, también existen ambas. Amarte sin que me regales estrellas. Amarte sin que seas una idea, un concepto, amarte porque en la idea de lo que sos, está la esencia. Y no hay amor más noble, más real y más intrínseco, que amar la esencia de lo que se ama. Conocerla, comprenderla, y amarla. Que grato es amarte, esencia hermosa.

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